Relato. «Paula contra el amor».

Paula había perdido la cuenta de las veces que había abierto el Instagram de Borja solo para ver sus fotos. Cada vez que él publicaba una historia, ella, rauda, la abría. A veces el corazón se le quedaba parado por una milésima de segundo, ¿cómo podía ser alguien tan extremamente atractivo?… Sus ojos marrones la habían enloquecido sin apenas darse cuenta, muy lentamente.

Se conocieron hace unos años.
Compartían una de las tantas asignaturas de la universidad, hablaban de vez en cuando, pero nada en concreto.
Pasaron los años y no se habían vuelto a ver. Hasta que una tarde, hace cosa de cinco meses se encontraron por casualidad en un una cafetería. Paula lo saludo desde lejos. Y sin previo aviso, Borja, se levantó de la mesa, dejo a sus amigos y sin decir ni media fue directo a donde estaba Paula con su amigo Raúl. Le dio dos besos, le preguntó qué tal estaba y sonriente volvió a su mesa. Ella no sabía por qué no podía dejar de sonreír, y mucho menos sabía por qué de repente se le había trabado la lengua. Un par de días más tarde se daría cuenta de lo mucho que iba a cambiar su vida a raíz de ese afortunado o desafortunado encuentro. Paula miró a Raúl y solo pudo decir: por favor, ¡que bueno está!.

  • ¿De qué lo conoces? – pregunto Raúl.
    A lo que Paula, sin poder dejar de sonreír, le contó de que se conocían, a lo que Raúl sentenció: a ese chico le gusta.
  • Que va. – respondió ella.

Paula no le dio importancia a lo que le decía su mejor amigo. Sobre todo porque no quería otra vez pasar por lo mismo. Ilusionarse con alguien, para luego llevarse un chasco. Llevaba soltera dos años, y no estaba dispuesta a renunciar a su libertad por nada, sobre todo cuando empezaba de nuevo a sentirse ella misma. Su última ruptura la había dejado tocada y hundida, no solo por que dejó a su gran amor,
Diego. (Paula pensaba que él iba a ser
su amor para toda la vida). Si no porque se había dado cuenta de que se había vuelto una sumisa por completo, y que se había olvidado de sí misma. Se había abandonado a la desidia, al conformismo y a la costumbre. Confundía todo el tiempo amor con necesidad.
La terapia y los buenos amig@s como Raúl, la hicieron poco a poco ganar confianza, seguridad y valentía. Paula sabía que quedaba aún largo proceso de recuperación, el cual incluía, el tema taboo para ella: el sexo.

Paula no era ni gorda, ni flaca, ni alta, ni baja, pero desde muy jovencita empezó a sentirse acomplejada, algo que durante un tiempo y esfuerzo había superado. Pero la ruptura la había dejado otra vez en la casilla de salida, «y ya no tenía veinte años», se solía decir a menudo. Cerca de los treinta y tres, Paula sin duda se sentía insegura. Insegura de su cuerpo que ya no era igual que antes. Nada era igual que antes. Pero aún así estaba decidida, a recuperar ese sentimiento. Donde se encontrase a sí misma irresistible (sexualmente hablando). Donde en su cuerpo no sobrará nada, ni faltase nada. Donde no sintiera miedo o vergüenza de tocarlo por todas partes. Poder disfrutar libremente del placer de estar con otra persona, sin minarse ella misma. Por eso tenía claro, que aunque se enamorará perdidamente de alguien, diría costase lo que costase que no. Que primero tenía que dejar de confundir la necesidad con el amor. Que ella tenía que ser capaz de estar sola consigo mismo bien, en todo los niveles. A lo que la mayoría de sus allegados, le decían: uno no decide ni donde, ni cuando. A lo que Paula respondía: es cierto, pero yo puedo decidir el después.
Hasta que se encontró con Borja.

Paula en su afán de empezar a romper esa barrera, comenzó con lo más fácil, se compró un nuevo consolador. Cuando llegó al sex shop se sentía un poco cohibida y por qué no decirlo, perdida.
Hacía por lo menos seis años que no entraba a uno. La dependienta, una morena imponente, la cual Paula recordaba perfectamente, le hizo unas series de preguntas. Al principio, Paula media colorada conseguía responder a todas las preguntas con susurros. Hasta que poco a poco se fue encontrando cómoda.
Incluso le contó a la dependienta, que ella ya había estado aquí, hace unos cuantos años, que había venido a comprar lencería.
A Paula le encantaban los bodis, y todo lo que se pudiera romper, pero una de sus exparejas, le había tirado toda su lencería atractiva a la basura, porque según él, no quería que se la pusiese con más nadie.

Así que aquella misma tarde, Paula salió del sex shop con su nuevo consolador estimulador de clítoris de color azul, y con un conjunto de ropa interior con ligero, que quitaba el hipo. Y estaba decidida a encontrarse atractiva con él puesto.
Ella todavía no lo sabía, pero las cosas iban a cambiar mucho.

¡Borja!…

Paula se despertó de repente, cabreada y cagándose en todo. Bajo su mano hasta sus bragas, solo para comprobar algo que ya suponía, sí lo estaba, húmeda.
Estaba a punto… Se había quedado con Borja metida entre sus piernas…
Ahí fue justo cuando la alarma sonó.
Y si no fuese porque el móvil que tenía le quedaba todavía un año por pagar… Lo hubiese estampado contra el suelo.

Al cabo de tres días una nueva notificación de Instagram llegaba al móvil de Paula: @borja90s ha comenzado a seguirte.
Tranquila, tranquila se decía a sí misma mientras hiperventilaba delante del espejo del baño. Esto ha de ser una confusión, no puedo estar pasando, ahora no. Además, tiene novia. Los tíos con novia están totalmente prohibidos. Yo no estoy para estos dramas. Sí, Borja tenía novia, por lo visto la de toda la vida, se lo había dicho un amigo a su amiga Vane. Desde que Paula se había enterado de que Borja tenía novia, había hecho a otra cosa mariposa. Pero ahora, ahora estaba todo tan confuso.

#paulaenquecoñoestaspensando

Más tarde, en una habitación, un móvil vibraba: @paulafg87 ha comenzado a seguirte.

Continuará…

Adriana Vega ✍️ #escritora

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